El tren anunciaba por megafonía la próxima parada, en la cual yo debía bajarme. Había sido un viaje largo pero no me importaba. Siempre me han gustado los viajes en tren. Normalmente dedico esas horas a jugar, inventándome la historia de cada uno de los viajeros que me acompañan en el vagón, Observo sus rostros con detenimiento, y en función de sus miradas me imagino su pasado, los motivos por los que están haciendo ese viaje, a dónde van, quién les espera en el lugar de destino…
En esta ocasión también me sentía muy ilusionada por el plan que de improviso se me había presentado para los próximos doce meses, así como las circunstancias en las que había conocido a Keridil Torn. Fue durante una fiesta en la casa de unos amigos comunes. Había mucha gente, todos parecían estar divirtiéndose a lo grande, bailando frenéticamente una música espantosa; un ambiente en el que me iba encontrando cada vez más aturdida y que me provocaba un deseo incontenible de huir. De repente vi en un rincón de aquel gran salón a un joven, muy atractivo. Por su forma de vestir, se adivinaba que era un hombre adinerado. Estaba sentado, solo y con la mirada ausente. Tenía una copa de whiskey en una mano y un cigarrillo en la otra, que se llevaba a la boca compulsivamente, como en un intento de llenar ese tiempo hueco y perdido con lo que tuviera más a mano. Me acerqué a él llevada por mi curiosidad, pues no entendía cómo un hombre tan joven y elegante pudiera preferir estar aislado en lugar de lucir su encanto entre las guapas jóvenes allí presentes.
Me senté a su lado y pareció alegrarse de ello, mirándome como se podría mirar a un salvavidas en mitad del océano. La empatía fue inmediata, la conversación fluida e interesante. Estuvimos hablando de muchas cosas, y entre ellas me contó que había heredado recientemente una mansión, en una lugar perdido del norte y tenía el proyecto de destinarla a residencia para escritores. Había decidido llamarla Mhanseon. Captó poderosamente mi atención la descripción que hizo de aquel lugar. Parecía idílico e inmediatamente le manifesté mi interés en conocerlo. Le conté que estaba iniciándome en la escritura y le manifesté mi gran interés en pasar allí una temporada, rodeada de escritores. Me pidió mi dirección y me dijo que en los próximos meses recibiría una invitación para visitar la mansión, e incluso instalarme en ella si así lo deseaba. Nos despedimos y no volví a saber nada de él.
Pasó el tiempo y ya casi me había olvidado de aquel encuentro, cuando recibí una carta en la que decía:
”En Mhanseon hay una habitación especialmente reservada par ti.
Sin embargo, no deberás revelar que nos conocemos a ningún otro huésped de la mansión.
Es la única condición."