“El mundo es para los que nacieron para conquistarlo
No para los que sueñan que pueden conquistarlo, aunque tengan razón.
He soñado más que todas las hazañas de Napoleón.
He abrazado en mi pecho hipotético más humanidades que Cristo,
He pensado en secreto más filosofías que las escritas por ningún Kant.
Soy y seré siempre el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella.
Seré siempre el que no nació para eso”.
(Fragmento de Tabaquería de Fernando Pessoa)
No era el rojo cobrizo del sol naciente acostumbrado en Mhanseon por esta época y a esa hora, el que se echaba de menos, eran las manos que acostumbraban a pasar dirigiendo una carreta con equipos de jardinería y nuevas plantas crecidas en el invernadero. A cambio, un opaco plomizo que dejaba hilos del rastro de una luna hundida en el firmamento y una leve mancha blanca grisácea la protegía, como si algo quisiera ocultar o algo presagiara.
Había visto desde lejos a Héctor, de quien sabía era latinoamericano, pero no me había interesado acercarme a él. Quizás porque siempre le había visto acompañado de la espigada pelirroja, Victoria Robles quien se desplaza con la finura de los flamingos. Figuré el sonido de los pasos de Akane a los de un potrillo caminando un pedregal, tras de mí, y con la conciencia en la mano, irrumpimos el papiro que el hombre había dejado caer de sus piernas y la pluma desgonzada entre sus dedos, parecía querer levantar el vuelo, mientras él dormía profundamente.
Abril 4 de 1980
Adios Ica. Adiós para siempre Huacachina
La niebla de la mañana se colaba por el umbral de la puerta y la nueva luz inundaba los cristales. Muchas geografías y una generosidad de picos, para el Alto Perú, ¡cuántos picos! Cuantas cimas blancas. Cuesta tanto abandonarte mí adorada Huacachina y tu hermoso oasis rodeado de palmeras y huarangos. No volveré a perderme entre ustedes, amigos verdes. No volveré a correr ni a beber de tu agua. Que costo tiene ser un Latorre. – ¡que costo por Dios!— y, tu, padre, porque tenías que haber sido descendiente del Marquéz de Torre Hermosa, porqué tuviste que emparentar, con esa menuda morena, sobrina del endemoniado presidente Ramón Castilla? Aun que ella mi madre haya sido. De que te sirvió padre la opulencia, si la felicidad siempre fue una aventura. Una fantasía desgracida. Cuánta sangre acomodaste en tus manos mientras enroscabas el dinero producto del explotado caucho. Seguramente este papiro llevará mi último reclamo. Soy tan rico padre, como tan, solo, que no valen ya los reclamos, aun cuando seas solo un fantasma.”. (Héctor la Torre).