Benjamín bajó al
invernadero, no fue fácil mover su silla de ruedas pese a tenerla totalmente mecanizada.
Necesitaba un lugar tranquilo donde poner en orden sus pensamientos, donde
sentirse tranquilo.
Se llevó uno de su diarios, la noche anterior
recordó una noche en Nueva York y quería volver a revivir con sus anotaciones
aquellos últimos días en los que aún se mantenía sobre sus pies.
Tan centrado en su
diario se encontraba que no se dio cuenta que alguien más había entrado en el
invernadero, hasta que el aroma del perfume de Victoria inundó su nariz.
Benjamín levantó la
mirada y observó como Victoria paseaba sin percatarse de su presencia. Estar
sentado le daba ventaja. Era una mujer muy bella, tenía una figura muy femenina
con una cintura muy pequeña y unas caderas bien proporcionadas que movía
grácilmente al caminar. El cabello rojizo lo llevaba atado en una coleta Benjamín hubiera preferido que lo llevara suelto. No
entendía como una mujer como ella estuviera aún soltera. Era todo un misterio.
Sólo pudo observarla
durante unos breves minutos, ya que un acceso de tos desveló su presencia.
Victoria se giró y con cierto asombro saludó a Benjamín.
-
Buenas tardes Benjamín, creí que estaría sola en
el invernadero
-
Disculpe que no la saludara al entrar, pensará
que soy un maleducado, pero la vi tan centrada en sus pensamientos que no
quería molestarla.
-
Se lo agradezco, pero nunca deje de
hacerlo, a veces no me conviene pensar
demasiado.
-
Pensar siempre es bueno Victoria, lo que ocurre
es que a veces no nos gusta lo que pensamos
-
Así es Benjamín, así es. Y hoy es uno de esos
días.
-
¿Qué estaba pensando Victoria? Si no es
indiscreción
-
Benjamín, hoy pensaba en el hombre que pudo ser
mi primer marido.
-
¿No se casó?, preguntó con curiosidad
-
Pues no, no me casé Benjamín, ni con él ni con
ninguno de los otros tres hombres de mi vida
-
Victoria, ¿acaso teme al matrimonio?
-
Benjamín, el que no haya llegado a casarme con
ninguno de ellos es mi pequeño secreto
-
Que no piensa contarme ¿verdad?
-
Así es, al menos en esta preciosa tarde. ¿No
prefiere que paseemos por el invernadero y me ponga al día del nombre de todas
estas plantas?
-
Por supuesto, tiene toda la razón. Sígame por
favor y le mostraré todo lo que sé de lo que hay aquí.
Beth
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