Ayer en la tarde,
cuando el sol, solo dejaba un tímido asomo a su recuerdo caminaba en los
lugares que serían los parques de
Mhanseon. La arquitectura a ello me conducía. Caminaba abrigada como obligan
los inviernos.
Pasear e intentar hablar con la tierra y sus caminos, es un antojo necesario que
me acompaña desde siempre, y en los veranos, hacerme una espiga mas de los
trigales. Desde siempre he sabido que soy parte de la tierra, que para alcanzar
sus secretos hay que estar de su lado, y yo, hace tiempo esbocé un secreto que
voy a revelar. Cuando se llevan flores al cementerio, no se habla ni al que fue
padre, madre, hermano o hijo, se habla a la tierra y ella lo compensa con
alivio. Así que sintiéndome parte de la tierra he ido conociendo los tesoros
que guarda, las huellas que le han reportado mayores experiencias, los llantos
que se han sembrado en ella y las risas que le han dejado una estela de
recuerdos en sus ecos.
Con Ron, la mascota que acompaña a Aspid hemos logrado una buena amistad, y
suele ofrecerme su compañía cuando observa que busco el camino al lago, a las
praderas o a los espacios desolados que muy pronto florecerán.
Movida por la curiosidad a responsabilidad del exquisito Conde Torn, me dispuse
a hacer una ronda al invernadero; semillero de esperanzas para la próxima
primavera. Sentí que alguien trataba de toser discretamente, al darme vuelta,
encontré de frente a una mujer rozagante, con ojos de color azul profundo. De
lentes transparentes y marcos rectangulares, sus mejillas color rosáceo vivo,
como si ellas no se percatara del invierno. Enfundada en un impermeable
emplumado y los rastros de una bufanda de colores de verano, se dejaban
ver entre los ángulos del cuello y el capote que le protegía la cabeza.
Es una mujer muy grande y vigorosa, de contextura atlética, diría yo. No me
sorprendió encontrarla de repente, porque su tos, había anticipado su
presencia. Mutuamente nos sonreímos y nos dijimos, --¡hola!-, acompañado de una
sonrisa mutuamente espontánea. Yo, traté de excusarme por estar husmeando su
territorio, como lo vine a saber más tarde. Pero la mujer me tomó por el brazo
y me dijo que le hacía feliz encontrarse con alguien que a hurtadillas le
contemplara sus bebés.
Hablamos largo rato sobre los jardines ingleses y franceses. Me contó de los
planes para los jardines de Mhanseon, yo me ofrecí a ayudar en la tarea. Así
que acordamos vernos todos los miércoles para trazar los planes.
Le dije, que podría haber otros escritores que habitan temporalmente a
Mhanseon, que al igual, estarían interesados en apoyar el trabajo de campo.
Ella manifestó que todos serían bienvenidos.
Sospechan ustedes ¿quién es esta mujer?
La mujer que trabajó como enfermera en conflictos bélicos, a quien le encanta
cuidar las plantas del jardín. LOUISE SVENSSON.
Luna11
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