Atrapada en un lugar del espacio-tiempo indeterminado, la mansión —cuyos habitantes no pueden abandonarla pues han sido seducidos por ella —, puede despertar en cualquier lugar o época de un modo imprecedible. Eso lo decide la pluma del escritor o escritora que se aloje en Mhanseon. Pero… ¿quién vive en la mansión? Pasa y lo comprobarás.

23 de mayo de 2012

Imaginarium


—Zoro querido, te tengo muy dicho que nada de uñas de los pies.

—Es que no hay otra cosa.

—Guilles, deja de discutir con el roedor— refunfuñó el Fantasma sacando la llave que había sustraído del comedor.

—Ha empezado él.

—No seas crío, amor— el caballero del alto sombrero de copa sonrió de oreja a oreja.

—Vamos, no tenemos toda la noche— pasaron al interior de la buhardilla donde la oscuridad era casi absoluta. Bajo su sombrero de ala ancha, la mirada del Fantasma se desliza hacia un bolsillo interior del que saca un pequeño libro de tapas de cuero. Al abrirlo, cientas de curiosas luciérnagas azules y mariposas irisadas iluminan la habitación revelando sus miles de libros de donde asoman hadas y otros seres extraños para ver al peculiar trío.

—Estaba pensando, ¿no deberíamos hacer algo con esa chica del pelo largo? Ya nos ha visto varias veces.


—Zoro, el día que tú llegues a discurrir tanto, habrá una conmoción interestelar— esto provoca la risa entre los reunidos—. Y ahora, veamos— le arrancó discretamente un pelo a su socio y lo frotó entre sus manos junto con los otros elementos reunidos hasta que todo formó un polvo azulado. Hecho esto, el Fantasma sopló suavemente haciendo salir a cientos de pequeños puntos de humo que dibujaron en el aire los rostros de los invitados del Conde y sus historias. Todas interesantes. Pero ahora no hay tiempo para escucharlas todas por lo que con un simple gesto de mano hace que los puntos de luz pasen sobre las páginas abiertas del libro, escribiendo los nombres de cada uno de los escritores antes de que la mano enguantada cierre suavemente el volumen—. Ahora podemos seguir con lo asignado. Guilles, encárgate de que no les falte nada a nuestros invitados.

—Así lo haré, querido.

—Y tú, Zoro. Que el Conde no te vea.

—Muy bien, Fantasma.

—Y en cuanto a los demás, no os preocupéis. Todo está bajo control— acarició las tapas y lo devolvió al bolsillo.


Akane por su parte, estaba extrañada.

 Alguien había entrado en su habitación y rebuscado pero no se había llevado nada salvo unos pelos enganchados en el cepillo. ¿Quién querría hacer algo así?

 Desde luego, en esa casa algo muy gordo se estaba preparando pero de momento, no podía aventurar el qué.

¿De qué se conocerían el Conde y el caballero del sombrero ancho? Eso era algo para averiguar.

Carmen CGOP

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